Me he venido al norte de mi tierra: Hace frío, si; pero agradezco que no llueva ni tampoco nieve. Sale el sol. Redondo. Inclinado. Y está tan cerca que parece que lo pudieras alcanzar con las manos. Anochece a la hora del té mientras la luna comienza su ruta, allí mismo, sin llegar a colocarse nunca arriba de nuestras cabezas.
     Las sombras han estado toda la tarde alargadas, los árboles pelados y esta casa anhelantemente silenciosa. Desde el desván veo un último vestigio rojo de luz, y de repente ya es noche cerrada.
     Estoy con Coetze: Un lugar en ninguna parte. Es desgarrador, e inquietante. Desde la primera página.

10/12/2005

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