Juan José Téllez

Qué músculo recuerdas de la noche, qué nervio
entre los pliegues del silencio amantísimo,
qué aroma distinto venía desde el patio,
los cuerpos embozados,
la sal y la saliva lamiendo su avaricia,
desnudos bajo sábanas de besos y canciones.

Qué recuerdo sangraba en la penumbra,
qué pábilo encendía los labios tan feroces.
Los amantes mugíamos del estrépito al susurro
por los largos pasillos del deseo. En las sombras
chinescas de la alcoba movían sus siluetas
dos caudalosos pechos sin revancha
y el lento latido de la dicha
que busca
con mucha más frecuencia el placer que el corazón.

Las grandes superficies

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